miércoles, 14 de noviembre de 2018

La canción sobre el enemigo de clase (Bertolt Brecht) 1933

La canción sobre el enemigo de clase (Bertolt Brecht) 1933

1.
De pequeño, fui a la escuela
y aprendí, 

sobre lo que es mío y lo que es tuyo.
Y cuando todo se había aprendido,
me parecía que no era todo.
Y no tenía desayuno que comer,
y otros sí tenían:
y así fue cómo lo aprendí todo
sobre la naturaleza del enemigo de clase.
Y aprendí, 

por qué y debido a qué razón
hay un desgarrón atravesando el mundo.
Y éste perdura entre nosotros,
como la lluvia cae
de arriba hacia abajo.

2.
Y me dijeron que si soy dócil,
entonces llegaré a ser como ellos.
Pero pensé: 

si soy su oveja,
entonces jamás llegaré a carnicero.
Y vi más de uno de entre nosotros
que se tragó el anzuelo.
Y cuando le sucedió
lo que nos aconteció a ti y a mí,
entonces se extrañó.
Mas a mí, 

a mí no me extrañó,
pronto descubrí su juego:
la lluvia, así es, fluye hacia abajo
y no cae, claro, hacia arriba.

3.
En eso escuché que redoblaron tambores,
y todos vociferaban,
ahora deberíamos marchar a la guerra
por un lugar al sol.
Y voces enronquecidas nos prometían
cielo, mar y tierra.
Y cabecillas gordos y grasientos
gritaron: 

¡no desfallezcáis ahora!
Y creímos: 

no quedan más que unas horas,
luego tendremos esto y aquello.
Pero otra vez la lluvia caía hacia abajo,
y durante cuatro años tragamos hierba.


4.
Y una vez de repente se escuchó:
¡ahora tendremos República!
Y ahí un hombre se parece al otro,
sea flaco o gordo.
Y los que estaban extenuados por el hambre
nunca habían estado tan esperanzados.
Pero los que estaban saciados porque comían,
estaban también anhelantes.
Y dije: 

ahí hay algo que no puede ser cierto,
y estaba lleno de dudas turbadas:
que sí, que no es cierto, 

lo de la lluvia
que parece que caiga hacia arriba.

5.
Nos dieron papelitos para votar,
entregamos las armas.
A cambio de una promesa,
dimos nuestro fusil.
Y escuchamos: 

que los que saben de las cosas,
ahora nos ayudarían.
Deberíamos volver al trabajo,
ellos harían el resto.
Entonces me dejé convencer otra vez
y me quedé quieto, conforme a lo pedido
y pensé: 

qué bueno, la lluvia
desea fluir hacia arriba.

6.
Y poco después escuché decir:
ahora todo esta arreglado ya, 

si aguantamos la calamidad menor,
se nos dispensará de la mayor.
Y tragamos al frailuco
para que no fuera el aristócrata.
Y hubiéramos tragado al aristócrata terrateniente,
puesto que de lo contrario sería el turno del general.
Y el frailuco cedió su puesto al terrateniente,
y el aristócrata lo cedió al general.
Y la lluvia caía hacia abajo,
y caía torrencialmente en verdad.

7.
Mientras anduvimos con papeletas para votar,
cerraron fábricas.
Mientras dormíamos frente a las agencias de empleo
que nos sellan la constancia,
les evitábamos la preocupación por nosotros.
Escuchábamos dichos como estos:
¡Permaneced tranquilos! 

¡Sólo tenéis que esperar!
Después de una gran crisis
¡viene un auge mayor!
Y dije a mis colegas:
¡así habla el enemigo de clase!
Cuando él habla de buen tiempo,
se refiere al tiempo para él.
La lluvia no puede ir hacia arriba,
aun cuando súbitamente tenga buenas intenciones
para con nosotros.
Lo único que podría... es decir: sólo puede escampar,
cuando brille el sol.

8.
Un día los vi marchando
detrás de nuevas banderas.
Y muchos de los nuestros dijeron:
no hay más enemigo de clase.
Entonces vi encabezándolos
hocicos que ya conocía,
y escuché voces berreando
en el antiguo tono de sargento.
Y tranquila entre banderas y fiestas
caía la lluvia noche y día.
Y cada uno de los que estaba acostado en la calle
podía sentirla.

9.
Se entrenaban con aplicación para disparar,
y hablaron ruidosamente del enemigo
y señalaban furiosamente más allá de la frontera.
Y es que se referían a nosotros.
Pues nosotros y ellos, 

somos enemigos
en una guerra en que uno solo gana.
Pues viven de nosotros y morirán
si dejáramos de ser los coolíes.
Y es por esto también que
no debierais de extrañaros
si se echan sobre nosotros,
como la lluvia golpea sobre el suelo.

10.
Y ese de nosotros que falleció de inanición,
cayó en una batalla.
Y ese de entre nosotros que se murió,
ha sido asesinado.
Al que apresaron los soldados,
pasar hambre no le agradaba.
Al que le rompieron la mandíbula a patadas,
había pedido pan.
Al que habían prometido pan,
ahora le dan caza.
Y al que traen en el ataúd de zinc,
ese dijo la verdad.
Y aquellos que entonces les creían confiadamente
cuando les decían ser sus amigos,
lo que así imaginaban
era que la lluvia caía hacia arriba.

11.
Ya que somos enemigos de clase,
sea lo que sea que nos digan:
ese de entre nosotros que no se atreve a luchar,
se atreve a morir de hambre.
¡Somos enemigos de clase, tamborilero!
esto ¡tu redoble no lo cubre!
Empresario, general y terrateniente
nuestro enemigo ¡sois vosotros!
¡De esto, nada cambia,
de ahí nada debe ser corregido!
La lluvia no cae hacia arriba,
¡y eso es todo lo que hay!

12.
Por más que el pintor de brocha gorda retoque,
¡no va a tapar el desgarrón!
Uno de los dos perdura y el otro debe dejar su lugar,
o yo o tú.
Y sea qué sea que aprenda,
esto sigue siendo el abecé:
jamás nada tendré en común
con la clase enemiga.
No se encontrará la palabra
que un día nos una a ambos.
La lluvia fluye desde arriba hacia abajo,
y tú eres mi enemigo de clase.