Carta enviada a Pedro Olalla en respuesta a sus "Cartas griegas":
Permítame, señor Olalla, que le transmita mi estima:
Seguí por internet los acontecimientos del pasado domingo 12 de febrero: la lucha del pueblo griego en las calles por zafarse de ser aherrojados con la cadena de las "medidas de austeridad" por sus propios dirigentes. Una pelea contra tropas mercenarias enviadas por la OTAN para defender los intereses de la banca privada alemana y francesa.
Pude ver cómo esa lucha fracasó.
Grecia es ya esclava, de iure y de facto.
Y no sabrá salir de esa condición.
Los griegos han tenido, y tienen, de su lado, incontestablemente: la razón, el derecho, la justicia, el número. Y hemos visto su valentía, sin embargo han sido vencidos porque les ha faltado la coordinación, la organización, la preparación, la osadía.
Porque no han comprendido el proceso histórico que nos arrastra y debemos conducir, y cuál es la fuerza real de los valores democráticos y a quiénes obliga.
La casta financiera en todo el mundo ha utilizado los mecanismos de la democracia formal para fortalecer esta oligocracia financiera que nos domina y constituir una dictadura del gélido beneficio.
Grecia ha sido elegida el campo donde experimentar y tomar la temperatura de cuán drástico y acelerado debe ser el proceso irreversible de la servidumbre. Resta aplicarlo al resto de los pueblos de Europa.
El proyecto democrático humanista europeo, de iure, ya no existe, ahora estamos en la lucha de impedir que se extinga de facto.
La sociedad de masas era esto, no que las masas participaran del gobierno, ya fuera democracia capitalista o popular, era los mecanismos para producir en la masa la "ilusión" de su participación, la fabricación del consenso, y que gobernara la oligarquía ya fuera capitalista, ya fuere la élite burócrata. A día de hoy la "ilusión" es una partida de gasto superfluo que los tenedores eficientes tachan de sus libros de contabilidad.
La dominación ya ni se oculta, ni disimula con excusas legales o títulos de propiedad: se pasea orgullosa por la plaza de Syntagma y pronto por todas las calles del continente. Ya hay proletarios de la opresión, también mal pagados, es el fordismo de la dictadura, todos los que se encargan de mantenerla en pie: han dividido la dominación en muchos pequeños pasos, una cadena de montaje: ya es toda la estructura político-económica en sí la que está mal. No hay contestación en sí dentro de ella: participar oponiéndose es validarla y reforzarla.
Ahora hablemos de los criminales: no son unos pocos contados, como nos dan a entender: todos los ejecutivos de empresas y bancos, desde los directores de sucursal para arriba son culpables por el mero hecho de estar trabajando en esos puestos: a sabiendas, innumerables veces han tomado decisiones y han ordenado actos que han tenido como consecuencia injusticias, robos, estafas: han especulado con las viviendas de las personas, con el alimento, con la medicina, con la educación: un movimiento de capitales en la bolsa de valores arroja a la hambruna a millones de personas: el cabildeo de los lobbys que presionan y compran a los parlamentarios para que inicien guerras: la estulticia, la mendacidad y embrutecimiento que se dispensa indiscriminadamente por los medios de deformación de masas: promoción de la violencia estructural, de la alienación y la anomia: de la guerra entre pobres. Y todo ello a las claras, con impunidad, con la sonrisa prepotente de la satisfacción: del éxito: del desprecio a la chusma de "perdedores".
¿Con qué psicópata social criminal de guerra podemos compararlos? ¿Milosevic, Hussein, Hitler? No, no, son sobrepasados, ninguno de ellos gobernaron, destruyeron y mataron en toda la faz del mundo como sucede ahora, ninguno de ellos tenía esa temible y todopoderosa arma de destrucción masiva que es la libre circulación de capitales.
La esencia ontológica del mal es lograr: que la víctima ame ser víctima y a su verdugo: que ame con toda su alma y todo su ser el orden del mal mientras es despreciada, degradada, maltratada: y que al final, sabiendo que no lo merece, suplique con su mirada nublada de ansia sexual y amor por su torturador, ser aniquilada: este es el mejor sino que nos ofrecen.
Mi desprecio para aquellos que aman la esclavitud por la esclavitud misma.
Antes la paga del esclavo era su sustento, la diaria escudilla de gachas, ahora se quiere que la servidumbre coincida con el hambre y la adulación al amo.
La democracia no es una cuestión estadística, ahora a la casta financiera no la moverá manifestaciones, ni referendums, ni impugnaciones o recursos judiciales.
Los valores obligan a quienes los creen, nosotros sí los creemos, ellos no. No podemos manifestarnos delante de un gobierno dictatorial, una tecnocracia económica, queriendo hacer valer la fuerza de los principios democráticos de justicia, de la mayoría, del diálogo, etc.
Ahora nuestras manifestaciones sirven para que los conciudadanos puedan constatar que otros muchos, sus iguales, les respaldan en sus acciones ante los poderosos.
No hay ya fe en los mecanismos de participación "demócratas", la participación de la clase baja siempre fue una farsa, desde la democracia censitaria hasta la manipulación por los mass media.
Los intelectuales comprometidos no han fracasado: durante tres siglos han sostenido al mundo ante la barbarie y la destrucción del dinero, construyendo y reconstruyendo continuamente el tejido social continuamente estragado, sin esta labor de titanes la cultura occidental hubiera sucumbido hace muchos años. Este es un nuevo momento histórico, y el intelectual tiene otra tarea, ya no es desenmascarar de su benevolencia cruel al monstruo, pues ya nos muestra su desfigurada faz distorsionada en una mueca de nihilismo en su extrema cima satisfecho de sí.
El intelectual, siempre quiso creer en el mito de que la inteligencia, que la educación, el saber, la ciencia, sería un progreso aparejado con la cualidad moral: que apelar a la moral, a la educación, a los valores, era una suerte de sortilegio que haría que esos valores aparecieran en la realidad: en la conducta de la gente, en las instituciones sociales.
El intelectual ahora tiene que, además de construir esos valores en el mundo del espíritu, que se hagan realidad en el mundo social. Ahora, urgentemente, es indispensable que acometa en vez de una filosofía de la acción práxica, una filosofía práxica de la acción.
Quedo a su disposición.
En Sanlúcar de Barrameda a 19 de febrero de 2012
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