Permítaseme dar un rodeo para explicarme:
intuitivamente la dignidad parece que deba ser refrendada por la sinceridad.
Y para muchos de nosotros poesía, verdad y sinceridad coinciden cuando escuchamos al poeta.
¿Pero quién habla
cuando escribe el poeta?:
en principio parece que la labor del artista es expresarse, poner en palabras su mundo interior intelectual y espiritual, sus vivencias. Parece que cuanto más sincero sea más valor tendrá su obra, más "auténtico".
Pero ¿qué hay de la ficción? ¿Qué hay de quienes su vida diverge de su obra? ¿Queda el arte sólo como entertainment o guarda algo de "verdad"?
Uno, yo, cualquiera, humilde lego, reflexiona, y piensa que no se puede exigir a nadie que fuere como sus personajes (¿es el poeta un personaje del autor?), que si bien el arte puede querer copiar la vida, que la vida copie el arte es una proeza de titanes y no de mundanos mortales.
Esto que antecede, en mejores términos que aquí, se lo han planteado escritores a los que también acuciaba el problema.
El ¡Bah!guardista es claro:
(Sacado del libro "Cómo escribir palabras con cosas, cómo hacer cosas con palabras". Se ha convertido ya en mi libro de cabecera.)
¡Eso!
¿De qué es tropo?
El socarrón ¡Bah!guardista nos aguijonea con la pregunta.
Borges decía que una obra es sincera cuando creemos que su autor la escribió con la convicción de que él pudiere vivirla con entrega.
Esto me plantea otra pregunta: ¿de dónde ha venido el contenido de la obra si no es de la vida del autor? ¿Y el timbre? ¿y la voz?
Auden ofrece una respuesta en un terrible poema:
"Esperas, sí, que tus libros te justifiquen,
te salven del infierno: aun así,
sin tristeza, sin que en modo alguno
dé la impresión de reproche (no le hace falta,
bien sabe a qué aspira
alguien transido por el arte como tú),
Dios puede hacer,
el Día del Juicio,
que te deshagas en lágrimas de vergüenza,
recitando de memoria los poemas
que habrías escrito,
si hubiera sido digna tu vida."
te salven del infierno: aun así,
sin tristeza, sin que en modo alguno
dé la impresión de reproche (no le hace falta,
bien sabe a qué aspira
alguien transido por el arte como tú),
Dios puede hacer,
el Día del Juicio,
que te deshagas en lágrimas de vergüenza,
recitando de memoria los poemas
que habrías escrito,
si hubiera sido digna tu vida."
¡Qué razón tiene!
Desde ahí podemos escribir y hablar, desde la dignidad.
¡Pero qué terror!: ¿quién tiene esa vida digna para poder alzar la voz?
Ayer obtuve una respuesta.
Fui a un recital de Juan Carlos Mestre, y no sé si él llega a saberlo, pero mientras le escuchaba recitar entendí que un poeta, que cualquiera de nosotros, podemos alzar la voz, podemos dar carne a la voz del hombre digno, justo y sincero que pudiéremos llegar a ser, por más mezquinos, débiles, mendaces, ruines o cobardes que seamos.
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