(Diario Público)
Hace algo más de un año que los tunecinos salieron a las calles contra el gobierno de Ben Alí y se encendió la mecha que pronto se extendió a Egipto y otros países del Magreb. Después, la ’Primavera Árabe’ saltó el mediterráneo y el 15 de mayo empezó el movimiento de los indignados en España, los que no querían ser "mercancía en manos de políticos y banqueros" y que quieren que "la crisis la paguen los culpables, no el 99%". Otro salto a través del Atlántico y la indignación llegó a EEUU con Occupy Wall Street. Con la revolución de Islandia como uno de los faros guía, el movimiento también llegó a los jóvenes de Israel y de Rusia e impulsó las movilizaciones que ya se daban desde hace años en Grecia. En mitad de todo esto, los disturbios de Londres, la revuelta violenta de los jóvenes de los barrios más empobrecidos. "Y el nexo común de todo esto es la crisis, claramente la crisis".
Para ofrecer una lectura a nivel global de todos estos acontecimientos se ha escrito el libro ’¡Ocupemos el mundo!’ (’Occupy the World’), recién publicado por la editorial Icaria. En sus páginas se reflejan los análisis y experiencias de intelectuales y activistas de todo el mundo que han vivido este nuevo "ciclo de movilización global". Así, entre las firmas que escriben "desde el barro" hay autores como Slavoj Zizek, Eric Toussaint, Santiago Alba Rico, Esther Vivas o Víctor Sampedro, y editado y coordinado por Joseba Fernández, Carlos Sevilla y Miguel Urbán, con quienes charlamos en la librería la Marabunta del madrileño barrio de Lavapiés.
La idea de esta obra, explica Urbán, es "intentar presentar un libro que muestre algo más que ha salido hasta ahora, trata de analizar todo lo que podríamos llamar un incipiente movimiento de resistencia global y, sobre todo, trazar líneas comunes que creemos que existen, desde las revueltas árabes, sin las cuales no podríamos entender las ocupaciones del espacio público de las plazas en Madrid y la plaza Syntagma en Grecia, el movimiento Occupy Wall Street, los disturbios de Londres y aterrizar también en lo que estaba pasando en Rusia".
Como muestra del nexo que atraviesa todas estas experiencias, las manifestaciones del 15 de octubre, "una de las movilizaciones, después de la guerra, a nivel internacional más importantes". Sin embargo, en todas estas movilizaciones "no sólo había una causa común, sino que empieza a haber una interconexión de formas y de repertorios de acción colectiva. La lucha no tiene copyright, se puede copiar, adapta y traspasar las fronteras".
"Muchos se sorprenden de que en el libro metamos procesos tan diferentes", aclara Joseba Fernández. Pero, "detrás de todo esto hay una crisis económica global" y en todo ellos "hay una pulsión democrática, aunque se expresa de formas muy diferentes". Urbán, historiador de formación, no cae "en la inmediatez de los politólogos como Joseba, para mí esto no está terminado, es un proceso abierto. Ni han ganado ni hemos perdido, y eso es muy importante".
Como recuerda Joseba, "es como el chiste que me cuenta siempre Juan Carlos Monedero: le preguntan a un ministro chino en los 70 qué impacto había tenido la revolución francesa y éste responde que todavía es pronto para saberlo". Y es que "estamos ante un proceso no acabado del cual es muy difícil hacer un análisis causal sobre el tema. El libro en cierta medida lo intenta, intenta aportar herramientas de análisis. Pero es imposible aventurar hacia a donde vamos. Aún estamos jugando la partida".
Con todo esto, hay una preocupación fundamental que recorre todas las páginas, "contarnos nuestra propia historia", porque, según cuentan, existen dos peligros. El primero de ellos ya ha pasado y es "la ilusión excesiva en torno al propio movimiento, en tanto que parecía que podía dar respuestas absolutas a todo y que habíamos encontrado una piedra filosofal para poder cambiar el mundo". Frente a esto, ellos creen que es necesario que "el movimiento se revise a sí mismo, que asuma sus fallas y sus contradicciones, y trabajar sobre ellas. El movimiento es contradictorio, y así tiene que ser".
El otro peligro es que les roben la historia, "son los protagonistas los que tienen que contarlo" para así "evitar una cierta despolitización, que se convierta en algo folclórico y que le quiten odas las reivindicaciones más políticas y radicales".
¿Por qué estos autores?
Por encima de todo "se puede decir que este es un libro de barro, es un libro desde abajo, está pringado. No es un libro desde ninguna torre de marfil, toca tierra y lo escribe gente que está participando de ello. No se puede alejar de los procesos que está intentando protagonizar con mucha más gente. Huele a tierra, huele a barro", explica Urbán.
Todos los autores son personas que han participado de alguna forma en los movimientos. Carlos Sevilla aclara que todos ellos tienen una "perspectiva colectiva de transformación".
Para llevarlo a cabo, "primero pensamos los temas y luego las personas". En este sentido, "no es que quisiéramos a Zizek, queríamos que escribiera alguien sobre Londres, y lo más interesante lo había escrito él. Queríamos que alguien hablara de razones para levantarse en torno a la deuda, no es que pensáramos en Eric Toussaint. Queríamos que alguien escribiera sobre la importancia de las redes sociales en Internet, no queríamos que escribiera Guillermo Zapata. Queríamos que alguien escribiera sobre el nuevo lenguaje que se está creando, no es que quisiéramos que escribiera el colectivo Madrilonia. Queríamos que alguien escribiera sobre las revueltas árabes, y a la mente nos llegó inmediatamente Santiago Alba Rico. Queríamos que alguien escribiera sobre Occupy Wall Street y contactamos con Cinzia Arruza".
Fernández completa que "a nivel editorial ha habido diversas iniciativas sobre el 15-M, pero ninguno en su dimensión internacional. Y esto creo que es el gran aliciente de este libro. Hacer una especie de puzzle del ciclo de protesta que está en curso."
¿Y contradicciones en el libro?
"Hemos recibido algunas críticas por incluir Tel Aviv en la portada. En el libro hay un capítulo sobre el movimiento de los indignados de Israel, y nos lo han criticado desde ámbitos de solidaridad con Palestina. Pero recomendamos a la gente que lea el capítulo. No por obviar las cosas se dan respuestas a problemas reales que existen. Y creo que ese capítulo tiene especial interés, por lo menos a la gente que le interese la solidaridad con Palestina" aclara Urbán.
Además, Sevilla añade que "allí ha habido un verdadero conflicto social en torno a cuestiones materiales. Todo el calvo de cultivo que esto impulsa, aún con sus contradicciones, es necesario para que en Israel la cuestión de Palestina pueda ser planteada. En una quietud social, en un escenario anodino de política tradicional no, pero a raíz de que exista un movimiento así se pueden crear ciertas fisuras, que algunos llevaban intentando crear desde hace mucho tiempo".
"Ya era necesario que alguien provocara debates, para eso se hace el libro".
¿Y para el futuro?
Ahora toca "tratar entender esta recomposición de un sujeto transformador que está en proceso. Y, desde luego, la convergencia en este tipo de puntos es bastante fundamental. La reintegración en el espacio público de todos los distintos sectores que conforman la clase trabajadora en sentido amplio, desde la clásica organizada por los sindicatos a los jóvenes precarios, estudiantes, migrantes, parados, esa es ya una victoria política", explica Sevilla. Por eso, "ahora se trata de ir más allá a partir de la irrupción de lo viejo y no sólo la seducción de lo nuevo".
Además, "el libro cobra una actualidad brutal este mes de mayo, a un año del inicio, y con la convocatoria a nivel internacional de 12-M. En este sentido no lo daría por caducado. Ese es el secreto del libro y de los movimientos sociales, que siguen pasando cosas."
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