martes, 30 de agosto de 2011

El otro viaje del Papa...

Un sueño: 

 

 El otro viaje del Papa... 

y alguna reformilla de la Constitución

  p o r  

Luis Enrique Ibáñez 

 

Ya hace una semana que finalizó Su visita, pero fue anoche cuando tuve un extraño sueño. En él se mezclaban confusas imágenes, insólitas, que se abrazaban en silencio con recuerdos inexistentes y deseos frustrados. Intentaré relatar algunas de ellas.

En la primera pude ver al Papa al bajar del avión recién llegado a España. Antes de saludar a ninguna autoridad, oteó el horizonte, observó todo el protocolo del recibimiento y, después de unos breves pero fecundos segundos, ordenó amablemente retirar todo el boato pomposo de esa puesta en escena ahíta de lujo y ostentación.

En la segunda escena que más o menos puedo recordar, le ordenaba al cardenal Rouco Varela que le preparase una reunión con los presidentes de los principales bancos de España. En dicha reunión, el Papa rechazaba la financiación que esos bancos habían realizado para costear las JMJ, y con un tono airado les pidió que utilizaran ese dinero para frenar la sangría de desahucios que se estaban produciendo en nuestro país. Cuando el presidente del Banco de Santander quiso intervenir, le mandó callar, le dijo que no había terminado, y añadió que esperaba que, a partir del día siguiente, todos los grandes bancos españoles aceptaran la dación en pago, y no volvieran nunca más a intentar seguir chupando la sangre a seres humanos, que ya estaban padeciendo bastante humillación al quedarse sin un lugar donde vivir. Y cuando ya los presidentes se disponían, cabizbajos, a abandonar la reunión, el Papa les gritó:  

"Eh, un momento... recuerden... 
es más fácil pasar un camello 
por el ojo de una aguja, 
que entrar a un rico 
en el Reino de los Cielos..."
 
Otra escena curiosa que aparecía en mi sueño mostraba al Papa suspendiendo la comida oficial que iba a tener lugar. Pidió que le llevaran a los barrios más pobres de Madrid y a los albergues sociales frecuentados por mendigos y demás. En esos lugares (y vestido de paisano, sí, lo recuerdo) repartió ropa, alimentos y dinero. Lo hizo, pero les recordó a todos que lo hacía para demostrarles su amor, pero que esa acción en realidad no servía para nada. Les dijo que lo que debían hacer era exigir justicia, y no limosna, y que recordaran constantemente a todo el mundo las palabras de Jesucristo cuando afirmaba que 

"el que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene".

Por la tarde, ya sí, el Papa se reunió con los jóvenes católicos. Lo primero que hizo fue ordenarles que no se mostraran tan orgullosos y que debían hacer gala de humildad y tolerancia, que debían ser más tolerantes que nadie. Que se mezclaran con la gente, que no se mostraran como un grupo cerrado. Les conminó a visitar la periferia de Madrid, a hablar con las personas, a preguntarles cuáles eran sus problemas, qué necesidades tenían. Les dijo que se apartaran de todo lujo, y de cualquier círculo de poder. Y, por último, les recordó aquellas palabras de Jesús a sus discípulos,  

"... al que quiera pleitear 
contigo 
para quitarte la túnica 
déjale 
también el manto; 
y al que te obligue a andar 
una milla 
vete con él 
dos. 
A quien te pida 
da, 
y al que desee que le prestes 
algo 
no le vuelvas 
la espalda."
 
A la mañana siguiente, el representante de Dios en la tierra, visitó varias ONG (entre ellas, Médicos sin Fronteras), asociaciones de inmigrantes, albergues para jóvenes inmigrantes, la sede Stop Racismo, la casa de Senegal... y otras instituciones similares. También se acercó a las comisiones de trabajo del 15M en Sol. Pasó toda la mañana y parte de la tarde hablando (sobre todo escuchando) con las personas que pudo encontrar en las distintas sedes. Quería conocer su visión de la realidad, qué pensaban sobre los problemas de África, sobre la falta de comida, de agua, de medicamentos en gran parte del planeta... Ya por la noche, llamó a Rouco Varela, solo para pedirle que convocara una rueda de prensa para la mañana siguiente, temprano.
Dicha rueda de prensa duró solo un minuto. Un minuto para que Benedicto XVI pidiera públicamente una reunión urgente con los máximos representantes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Central Europeo, del Organización Mundial del Comercio y de la Unión Europea (y algunas instituciones más que no recuerdo). Afirmó que iba a exigirles un cambio radical en sus políticas, en su funcionamiento, y si no... su desaparición inmediata. "Era intolerable -afirmó- que cada día murieran más de 23.000 personas por falta de agua potable, comida y mediamentos."
 
Desperté, triste, situado de nuevo en esta realidad terca y violenta, y me choqué humillado con el ultraje que unos príncipes absolutistas (voceros y esclavos de otros reyes mayores) se disponían a perpetrar a la Constitución y a las generaciones futuras (mi hija).

Tomé un café y encendí un cigarro. Y me quedé pensando (si nos lo proponemos, todavía podemos hacerlo). Me preguntaba que si es tan fácil hacer una reforma de la Constitución, ¿por qué no hacemos otra (en otro periquete) en la que establezcamos en vez de unos techos de déficit, unos mínimos de gasto (que sean altos, por favor) en Educación, Sanidad, Asuntos Sociales, Ayudas al Desarrollo...?
Y otra reforma más, tipo pispás, otra en la que marquemos unos mínimos (que sean muy altos, por favor) de gravamen fiscal sobre las grandes fortunas, los grandes capitales, las grandes empresas. Y en otra, o en la misma, da igual, unos mínimos (que sean altísimos, por favor) de impuestos fijos a los bancos.
El contraste entre sueño y realidad me produjo una tristeza infinita y un extraño mareo. Sin embargo, a los pocos minutos me repuse, y me obligué a creer que todavía nos queda el pensamiento, la palabra, la acción... si no nos resignamos a ser meros consumidores pasivos que habitan, como fantasmas, en el siniestro templo de los mercaderes.

En la película De dioses y hombres, los miembros de una comunidad de monjes se quejan a su prior, después de que este hubiera tomado una decisión de forma individual, sin consultar a nadie:

No te elegimos para que decidieras solo.

Pues eso. 


(Para leer más: http://dueloliterae.blogspot.com/ )




San Pablo a los Corintios:
"Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; pero si no tengo caridad, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.    
Ya podría tener el don de profecía y penetrara todos los secretos; y aunque poseyera todo el saber y fuera mi  fe tan grande como para mover montañas, si no tengo caridad, no soy nada.  
Aunque repartiera en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo, que si no tengo caridad, nada soy."
...    
"Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño." 




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